En un mundo donde la digitalización y la resiliencia se han convertido en imperativos, los aprendizajes de Sibos 2021 y 2020 ofrecen una hoja de ruta valiosa para los líderes financieros de América Latina. La región enfrenta desafíos únicos: economías volátiles, brechas de inclusión financiera, marcos regulatorios complejos y una población cada vez más digital. Sin embargo, estos mismos retos abren oportunidades para reinventar la banca y los servicios financieros con un enfoque local, innovador y sostenible.
La pandemia de COVID-19 y la crisis climática han puesto en evidencia la fragilidad de las economías latinoamericanas. Para la región, donde los eventos climáticos extremos y la desigualdad social son recurrentes, la sostenibilidad no es solo una responsabilidad, sino una oportunidad de negocio. Los bancos pueden liderar la transición hacia modelos más verdes, financiando la reconversión de industrias tradicionales y apoyando a clientes en su transformación. Esto requiere inversiones en tecnología, nuevos productos y alianzas público-privadas, especialmente en sectores como energía, agricultura y transporte, claves para la región.
El cliente latinoamericano espera experiencias digitales ágiles, personalizadas y seguras. Los bancos que prosperarán serán aquellos que dejen de verse solo como proveedores de productos financieros y se conviertan en plataformas de servicios integrados. Esto implica alianzas con fintechs, retailers, telcos y startups para ofrecer soluciones que acompañen al cliente en su día a día: desde pagos y créditos hasta servicios de movilidad, educación o salud. La clave está en construir ecosistemas digitales que respondan a las necesidades locales y aprovechen la penetración móvil, especialmente en mercados como México, Colombia y Perú, donde el acceso a sucursales es limitado pero el uso de smartphones es masivo.
La adopción de pagos digitales, billeteras electrónicas y monedas digitales de bancos centrales (CBDC) avanza rápidamente en América Latina. Países como Brasil y Argentina ya exploran modelos de dinero digital y pagos instantáneos. Para capitalizar este cambio, el sector financiero debe colaborar con fintechs, big techs y reguladores, creando estándares abiertos (como ISO 20022) y promoviendo la interoperabilidad. La colaboración es esencial para evitar la fragmentación y garantizar la inclusión, especialmente en zonas rurales o entre poblaciones no bancarizadas.
La tecnología de registros distribuidos (DLT) y blockchain ofrecen oportunidades para mejorar la transparencia, eficiencia y seguridad en operaciones financieras, desde pagos transfronterizos hasta financiamiento de cadenas de suministro. Los bancos tradicionales de la región, lejos de ser desplazados, pueden ser facilitadores de esta transición, adoptando modelos híbridos que integren lo mejor de los sistemas actuales y las nuevas tecnologías. La clave está en invertir en interoperabilidad y en la capacitación del talento local.
La experiencia de India con la bancarización masiva a través de tecnología es relevante para América Latina, donde millones aún no acceden a servicios financieros formales. Programas de transferencias sociales, pagos digitales y la integración de identidad digital pueden acelerar la inclusión, reducir costos y mejorar la eficiencia de las políticas públicas. El reto es diseñar soluciones ligeras, éticas, accesibles y basadas en datos, que generen confianza y respondan a las realidades culturales y económicas de cada país.
América Latina tiene la oportunidad de saltar etapas y construir un sistema financiero más inclusivo, resiliente y sostenible. Los aprendizajes globales, adaptados a la realidad local, pueden ser el motor de una nueva era para la banca y los servicios financieros en la región.